martes, 9 de agosto de 2011

EL CUADERNO ROJO…

El cartero le extendió el telegrama. José Roberto lo agradeció y, mientras lo abría, una profunda arruga surco su frente. Palabras breves y precisas: ¨Tu Padre Falleció. Entierro 18 horas: Mamá¨
José Roberto continuo parado, mirando al vacio. Ninguna lagrima, ningún dolor.- Nada! Era como si hubiera muerto un extraño. Aviso a la esposa y se fue para el funeral.
No quería ir, si estaba en camino era solo para que su madre no estuviera mas triste. Ella sabia que su padre y el no se llevaban bien. La relación con su padre había llegado a su final el día que, después de una serie de discusiones, había decidido irse de allí. Guardo su ropa en las maletas y partió prometiendo nunca mas poner los pies en aquella casa. Tenia un empleo razonable, se había casado, llamaba a su madre para Navidad, año Nuevo o Pascua…No pensaba en su Padre y la ultima cosa en la vida que deseaba era ser parecido a el.
En el velorio: La madre pálida, Helada, Llorona. Cuando ella vio a su hijo, lagrimas corrieron silenciosas. Fue un abrazo de desesperado silencio. Después el hijo observo el cuerpo sereno de su padre, envuelto por una manta de rosas rojas, como las que al padre le gustaba cultivar.  José Roberto no vertió ni una sola lagrima, su corazón no se lo permitía. Era como estar delante de un extraño. Se quedo en casa con la madre hasta la noche, la beso y le prometió que volvería trayendo a los nietos y a su esposa para que la conociera.
En el momento de la despedida la madre le coloco algo pequeño y rectangular en la mano: ¨Hace mucho tiempo podías haberlo recibido le dijo, pero desafortunadamente solo después que el se fue, lo encontré entre sus cosas mas importantes¨. Mientras estaba en el terminal, esperando el bus, metió la mano en el bolsillo y sintió el regalo. Era un pequeño cuaderno de tapa roja. Lo abrió curioso. En la primera hoja, en la parte superior, reconoció la caligrafía firme de su padre: ¨! Nació hoy José Roberto! ¡Casi cuatro kilos! - ¡Es mi primer hijo, un muchachote!¨ ¨! Estoy muy orgulloso de ser padre de aquel que será mi continuación en la tierra!¨.
¡Hoy mi hijo fue a la escuela¨. Es un Hombrecito – Cuando lo vi de uniforme, me emocione. Y le desee un futuro lleno de sabiduría. La vida de el será diferente a la mía, ya que yo no pude estudiar por haber sido obligado a ayudar a mi padre. ¨Para mi hijo deseo lo mejor¨.- No permitiré que la vida lo castigue-. Otra pagina…Roberto me pidió una bicicleta, mi salario no me alcanza, pero el se la merece, porque es estudioso y dedicado. Pedí un préstamo, que espero pagar con horas extras!. José Roberto se mordió los labios. Recordaba su intolerancia y de las discusiones para tener la soñada bicicleta. ¡Si todos los amigos ricos tenían una! ¿Porque yo no puedo tener una?  Continuo leyendo…” Es duro para un padre castigar a un hijo, y se que el me podrá odiar por eso, pero debo educarlo para su propio bien”. “Fue así como aprendí a ser un hombre honrado y esa es la única forma en que se educarlo”. José Roberto cerro los ojos y recordó la escena cuando por causa de una borrachera, hubiera ido a la cárcel aquella noche, si es que antes el padre no hubiera aparecido para impedirle ir al baile con los amigos que tuvieron el accidente. Recordaba el auto retorcido y manchado de sangre, el cual se había estrellado contra un árbol. Parecía oír las sirenas, el llanto de toda la ciudad, mientras trasladaban tristemente cuatro ataúdes hacia el cementerio.
Las páginas se sucedían con cortas, y largas anotaciones, llenas de respuestas que revelaban, el silencio y la tristeza, que el padre la había amado. El viejo, escribía de madrugada, en momentos de soledad, porque de esa manera era el, nadie la había enseñado a llorar y a dividir sus dolores. Ante el mundo se había comportado duro, para que no lo juzgaran débil, ni cobarde. Y ahora José Roberto estaba teniendo la prueba de que, debajo de aquella fachada de fortaleza había un hombre enorme, tierno y lleno de amor.
La ultima pagina…Aquel día, en que había partido: “¿Dios que hice mal para que mi hijo me odie tanto? ¿Por qué soy considerado culpable, si no hice nada, solo intentar transformarlo en un hombre de bien? ¡Dios mío, no permitas que esta injusticia me atormente para siempre! “Que un día el pueda comprender y perdonarme por no haber sabido ser el padre que el merecía tener”.  Después no había mas anotaciones y las hojas en blanco, daban la idea de que el padre había muerto en ese momento. José Roberto cerro de prisa el cuaderno y salió del terminal de prisa, el pecho le dolía. El corazón parecía haberle crecido tanto, que luchaba para escapar por la boca.
¡HONREN A SU PADRE PARA QUE LOS DIAS DE SU VEJES SEAN TRANQUILOS!
Alguna vez había oído esa frase y jamás había reflexionado la profundidad que contenía. Para el, los padres eran descartables y sin valor, como los papeles que son tirados a la basura. Ahora el tiempo lo había envejecido, fatigado y también vuelto padre. De repente… En el juego de la vida, el era el padre y posiblemente estaba cometiendo un error que su padre no cometió. ¿Cómo no había pensado en eso antes? Seguramente por no tener tiempo, pues estaba muy ocupado con sus problemas, la lucha por la supervivencia. Jamás tuvo la idea de comprar un cuaderno de tapa roja para anotar una frase sobre sus herederos. Jamás le había pasado por la cabeza escribir que tenia orgullo de aquellos que continúan su nombre. ¡Justamente el, que se consideraba el padre mas completo de la tierra! La vergüenza casi lo tiro con una lección de humildad. Quiso gritar, procurando agarrar al viejo, a su padre, para sacudirlo y abrazarlo, decirle lo que siempre hubiera querido escuchar, abrazarlo, quererlo, besarlo, pero se encontró el vacio.
Había una raquítica rosa roja en el jardín de su casa, cuando el sol apenas había terminado de nacer. Entonces José Roberto acaricio los pétalos y recordó la mano de su padre podando, y cuidando el rosal con amor. Una lagrima le broto como el roció, entonces elevo sus ojos al cielo, tratando de encontrar una respuesta. Logro solamente esbozar una ligera sonrisa, desahogándose en una confesión: “! Si Dios me mandara a elegir, juro que no quisiera haber tenido otro padre que no fueras tu, Viejo!” …”!Gracias por tanto amor, y perdóname por haber sido tan ciego!”
El día del padre es un día no solamente para honrar a nuestro padre, sino a todos los hombres que actúan como figura de padre. Debemos vivir cada día reconociendo su labor y honrarlos como tal, pues este es un mandamiento que Dios nos ha dejado a nosotros los hijos. Gracias a todos ellos, felicidades a los hijos que los han disfrutado toda su vida, a los que lo tuvieron poco tiempo, pero fue muy intenso esta transcurrir, a los que por las circunstancias tuvimos que crecer sin ellos a nuestro lado, no juzguemos, disfrutemos del recuerdo emotivo del padre que junto con el amor de una madre, ¡hacen nuestra vida feliz!
Tomado de: Volante misionero Buena Nueva – diócesis de Trujillo